Si hacer empresa no es fácil, más difícil es hacerla cuando existe algún tipo de vínculo familiar o sentimental entre los socios. ¿Misión imposible? No. Siempre que las cartas estén sobre la mesa y que los intereses corporativos primen sobre los intereses individuales para evitar una crisis.
Escribí hace un algún tiempo un artículo en la revista Capital Humano de Colsubsidio, en el que destacaba que hay quienes creen que mezclar familias con negocios es como juntar el agua con el aceite: no son compatibles. La realidad global hoy demuestra que sí es posible fusionar ambos mundos, pero estableciendo reglas de juego claras en las cuales prime el bienestar empresarial mediante la puesta en marcha de mejores prácticas de gobierno corporativo.
Y cita el artículo que este es el panorama colombiano: mientras que la Superintendencia de Sociedades indica que 78% de las empresas en el país son sociedades familiares, el Inalde Business School, realizó un estudio en el cual indica que esta cifra puede representar 92% del universo empresarial.
Si a ello se le suma una reciente estadística de la Confederación de Cámaras de Comercio (Confecámaras), la cual muestra que en el último año se liquidaron 90.000 compañías, es decir, una tercera parte de las creadas, cabría preguntarse qué tanto pesan los conflictos y crisis propias de las empresas familiares sin adecuadas herramientas para garantizar la viabilidad del negocio, por encima de intereses particulares.
Un caso de éxito es el de Setas Doradas, una compañía familiar productora de champiñones tipo exportación, que entendió que para garantizar una perdurabilidad en el tiempo y evitar una inminente crisis, era necesario suscribir y aplicar un robusto protocolo de familia que separara las emociones del negocio.
Según Felipe Triana, gerente y cabeza de la segunda generación de esta firma, contar por ejemplo con un comité asesor integrado por dos miembros de la familia y un independiente, fue parte de la receta del éxito de la empresa, que hoy vende parte de su producción a cadenas como Wal Mart, en los Estados Unidos. Para llegar a ese punto, tuvieron que descubrir que trabajar con la familia es de las cosas más difíciles y que sin duda, puede llevar a una crisis empresarial.
¿El resultado? Esta pyme creó un departamento de recursos humanos, las cuentas fueron mucho más claras, se tomó la decisión de hacer una inversión por US$2 millones para tecnificar la empresa y se construyó esa visión exportadora que la caracteriza hoy.
¿Y por qué las empresas no hacen lo mismo que esta pyme? El docente, Gonzalo Gómez Betancourt, afirma que hay quienes no están dispuestos a obtener asesoría de un tercero, se destacan por la ausencia de órganos de gobierno en sus empresas como las juntas directivas como miembros independientes idóneos, hasta quienes no tienen claros los sistemas de compensación y evaluación, y fijan los salarios basados en criterios individuales y no en la realidad del mercado.
Si bien en Colombia se crearon 328.237 empresas en 2018, se registraron 186.123 cancelaciones de unidades económicas, según Confecámaras. Aunque razones abundan para explicar el fenómeno: bajas ventas, falta de capital de trabajo y alto endeudamiento, el déficit de personal competente es otro de los factores serios para explicar el fenómeno.
En una empresa de familia sin adecuados esquemas de gobierno corporativo, el corazón a veces pesa más que los negocios y se crean cargos para favorecer, más no por competencia real para el cargo.
Gonzalo Gómez, director del área Empresas Familiares del Inalde, afirma que al erradicar algunos de estos males, se puede garantizar la viabilidad de una empresa de este tipo.
- Superar la arrogancia del éxito y no permitir una asesoría externa.
- Utilizar mal el poder y perder valores y principios con los que se creó la empresa.
- Ausencia de órganos de gobierno corporativo como una junta con independientes.
- Confundir propiedad con capacidad para dirigir.
Así que, para prevenir futuras crisis nada mejor que separar el corazón de los negocios.