¿Y eso si da buena rentabilidad? Fue la primera pregunta que hizo Arcesio Muñoz, un pensionado de más de 70 años de edad a una promotora comercial de una fiduciaria durante una feria para inversionistas.Y la segunda: ¿usted me garantiza que me van a devolver la plata?
Bueno, a estas alturas del partido cuando para más de uno es claro que hay que desconfiar de eso que “parece tan bueno”, nunca sobra recordar nuestros errores más comunes a la hora de pensar en inversiones. Y eso que las entidades y gremios del sector financiero parecen haberse preocupado por ofrecer una comunicación corporativa clara por cuenta de la obligatoriedad en el ofrecimiento de programas de educación financiera. Y en estos temas, todos somos o hemos sido ‘pecadores’.
1. La gula. ¿Le parece muy poco el rendimiento que le da ese Fondo de Inversión Colectiva y que en el último mes reportó una rentabilidad efectiva anual de 10 por ciento? Si bien es cierto que hay portafolios más interesantes para satisfacer cualquier clase de ambición, no cualquiera puede darse el lujo de someterse a una úlcera por invertir en productos financieros en donde se puede ganar o perder todo de un sólo golpe. No olvide una premisa: el que muestra el hambre se queda sin comer.
2. La pereza. ¿Es de los que prefiere obtener rendimientos en poco tiempo y piensa que el trabajo está hecho para los mediocres? ¿ o sencillamente no le interesa ser un asalariado más y entre sus metas está hacerse rico en poco tiempo? No todos nacimos con la estrella de Warren Buffet, no se equivoque. No hay que mirar tan de reojo las inversiones en renta fija, ni pensar que diversificar el portafolio es de ‘viejitos’. Haga caso a la comunicación corporativa que anda por ahí y trate de ir más allá.
3. La envidia. ¿Su tía Genoveva se está haciendo rica porque invirtió en un fondo que que sube más de 40 por ciento? Si a ella le está yendo bien y se ‘forró’ en plata, no significa que a usted le vaya a pasar lo mismo. Generalmente al que llega tarde a la fiesta le toca bailar con la más fea.
4. La lujuria. ¿Es de los que se deja llevar por el momento y no usa la cabeza en frío para frenar en el momento en que su inversión amenaza con irse al piso? ¿Prefiere refugiarse en el ser más primario que habita en usted cuando debe tomar una decisión inteligente en su portafolio? Quizá en esos momentos usted puede ser la representación traída a valor presente del ‘Australopitecus Erectus’.
5. La soberbia. ¿Confía ciegamente en su propio análisis sobre el curso de sus inversiones y poco o nada le importa lo que digan los demás? Quizá es uno de los candidatos a ser señalado cuando después de advertirle le dicen sin más ni más un sonoro: “se lo dije”.
6. La avaricia. ¿Ese deseo desmedido por adquirir cosas para atesorarlas se hizo evidente en el proceso de venta de compañías como Bavaria y Acerías Paz del Río hace ya varios años, al punto que no desmaterializó o volvió electrónicos sus títulos valores y éstos perdieron toda validez por obra y gracia de su afán de guardarlo todo?
7. La ira. ¿Es de los que a la primera caída fuerte en un precio se va lanza en ristre contra su corredor de bolsa y lo amenaza con denunciarlo ante la Superintendencia Financiera ó el Autorregulador del Mercado, sin acordarse de que fue usted mismo quién insistió en hacer esa inversión de alto riesgo que ahora le produce un evidente ataque de nervios?.
Nota: ¿Se ha sentido identificado o conoce algún caso que valga la pena presentar en los que se hagan evidentes los pecados del inversionista? ¿Siente que la comunicación corporativa de su entidad financiera es suficiente para tomar acertadas decisiones?